Alejandro Rodríguez Juele
La historia de mis historietas

martes, 21 de diciembre de 2010

Bandas Orientales

Hoy cerraba el plazo original para la presentación de proyectos conmemorativos del Bicentenario de 1811. No hace un mes que con Nico Peruzzo nos largamos a organizar de apuro algo para no dejar pasar esta oportunidad. Como vimos que la mayoría de los historietistas/comiqueros estaban demasiado ocupados para encarar un proyecto individual de aquí a los primeros meses del año que viene, se nos ocurrió hacer un llamado para publicar once historietas cortas de distintos autores, una por mes, entre febrero y diciembre de 2011. La idea era que cada historieta narrara desde un punto de vista original los hechos históricos del mismo mes de 1811.

Aunque el plazo terminó extendiéndose un mes, y la presentación será finalmente en enero, hemos logrado en un tiempo muy breve el fichaje de 19 guionistas y dibujantes, incluyendo varios de los nombres más sonados en el medio.

En el blog Bandas Orientales encontrarán más información sobre el proyecto.

sábado, 7 de agosto de 2010

La Isla Elefante

Portada (a nivel de boceto) de la historieta que estoy dibujando y que sera publicada a comienzos de 2011 con el apoyo de los Fondos Concursables del MEC. En el blog "La Isla Elefante. Diario de a Bordo" voy registrando el avance de la produccion y dejando algunos comentarios sobre la trabajosa tarea de hacer historietas.

jueves, 22 de julio de 2010

Los Trapos

Uno de los atractivos de los relatos de aventuras es que ocurren en lugares extraños. En el sentido de ajenos a nuestro mundo del día a día. Las alternativas que viven los personajes pueden ser trasladables de un entorno a otro, pero lo que define una aventura es el universo en la que ellos viven esas experiencias. La disyuntiva de Martin Sheen cuando lo mandan a matar a Marlon Brando en Apocalypse Now no sería distinta a la de - pongamos por ejemplo - un delegado sindical que va a negociar con el patrón; mantener la lealtad o dejarse ganar por el adversario. Pero no es lo mismo contar esta historia en medio de la guerra de Viet Nam que en una oficina del Ministerio de Trabajo (aunque hay autores que lo harían magistralmente).
En un medio visual como la historieta es muy importante narrar la extrañeza del escenario. Todo lo que se ve tiene que tener un grado de novedad que lo haga atrapante. Además está representando unas reglas de juego distintas a la vida cotidiana, que son las que van a regir las alternativas de la historia.

En mi historieta La Oscuridad, la acción comienza en forma oscura- real y metafóricamente - sin que se entienda quiénes son los personajes ni por qué están avanzando con el agua por el cuello de sus caballos. Más adelante se empieza a aclarar su objetivo, pero al comienzo no sabemos nada de ellos. En un criterio visual que tomé de la bande dessinée europea, los uniformes españoles mantienen el mismo color aunque no haya luz. Es una forma de resaltar su valor simbólico. Esos uniformes amarillos con vivos rojos son un signo de interrogación para el lector. ¿Quiénes son? ¿Qué ejército y en qué época usaba uniformes de esos colores? En nuestro imaginario, los uniformes españoles eran del color del que usa Artigas en su imagen de pie frente a la Puerta de la Ciudadela, azules con vivos rojos. Es el uniforme del cuerpo de Blandengues que comandaba.

Sin embargo, algunos años antes de la fundación de Montevideo, no había aún Blandengues. En Buenos Aires había varios cuerpos militares de origen peninsular, la mayoría de infantería montada o Dragones. Los Dragones fueron el tipo de unidad más usada en las colonias del Río de la Plata. Técnicamente no son Caballería, ya que utilizan los caballos para trasladarse pero no para combatir. En el siglo XVIII el combate a caballo todavía era con lanzas. Las armas largas requerían que el combatiente estuviera pie a tierra, preferentemente formado en línea.

Elegí entonces darle a las tropas españolas el uniforme de los Dragones de Pavía, amarillo con vueltas y vivos rojos. En rigor histórico los primeros integrantes de esta fuerza llegaron a Buenos Aires cuatro años después de los hechos que relato, pero ese tipo de licencias se pueden tomar. me resultaba muy atractivo darle una vestimenta tan poco "aguerrida", como forma de resaltar la oposición entre unos soldados europeos, con unos criterios bélicos muy formales, y una banda de bucaneros mal vestidos y poco organizados.

Por una casualidad histórica, la bandera de España hoy en día lleva los mismos colores, pero no hay ninguna relación con los uniformes españoles, ya que en aquellos tiempos los había de todos los colores: blancos, verdes, azules. El actual pabellón rojigualda surgió recién en 1785. En los tiempos de Moreau los españoles usaban la cruz de Borgoña, diagonales rojas sobre fondo blanco.
Otro punto interesante es que a pesar de estar dirigido por el Teniente Pando (sí, el mismo que dio nombre a la ciudad), el grupo de españoles también incluía milicianos, o sea vecinos armados que estaban dispuestos a tomar las armas para limpiar la zona de delincuentes (vemos que en esto no se ha avanzado gran cosa). Para graficar esta mezcla de militares profesionales incluí un personaje secundario (José) que no es Dragón. Está vestido de gaucho y es el más insubordinado de la partida. Otros llevan sólo la casaca amarilla y chiripá en vez de calzones.

La ropa del Mulato es ya de gaucho pobre. Sólo lleva un chiripá rojo (este color unifica su vestimenta con la de los bucaneros y españoles), botas de potro, poncho y una vincha. A diferencia de los uniformes, la ropa del Mulato sí cambia de color con la luz, como cambia su estado de ánimo.

Por último una palabra sobre el uniforme de Moreau. Aunque su gente lleva vestimenta escasa y variada, mezcla de marineros y gauchos, el jefe de los contrabandistas ostenta un atuendo completo de oficial naval francés. Al ser proveniente del Caribe, donde era pirata con todas las de la ley, supuse que se habría adueñado de esas prendas en alguna de sus acciones. El hecho de vestirse como si fuera un verdadero Capitán habla de su personalidad. También podemos pensar que el uniforme naval le daba ascendiente sobre sus hombres.

Desde el punto de vista gráfico, era importante que el villano tuviera una vestimenta impactante, un poco acorde con la imagen que de él se ha formado con el pasar de los siglos. Aunque sea más un bagayero que un pirata, Etienne Moreau se merecía morir con todas las galas.

viernes, 21 de mayo de 2010

Los Fierros


Me interesa mucho que mis dibujos sean históricamente correctos. Antes de dibujar La Oscuridad me tomé el trabajo de investigar sobre las armas que los protagonistas iban a usar. Quería saber qué tipo de armas largas llevarían los soldados españoles y cuáles los bucaneros franceses. También era importante para el relato conocer las tácticas de lucha de aquella época, que iban a influir mucho en la acción. Creo que este tipo de información es más que un detalle estético. La aventura es por definición la lucha de los protagonistas contra sus enemigos humanos pero también contra las circunstancias que los rodean. Por eso las limitaciones que les imponen la realidad, el paisaje, y también la tecnología que emplean son lo que hace avanzar la historia.

Mucha de la emoción que trasmite una historieta de aventuras reside en la forma en que los protagonistas logran superar estos límites y alcanzan sus objetivos sin que el autor recurra a Deus ex Machina para explicar cómo lo hicieron.

En las primeras décadas del siglo XVIII las armas de fuego atravesaban un importante cambio tecnológico, al difundirse el disparador de chispa. Este sistema, que sustituyó al de mecha, fue muy popular en España y en todo el Mediterráneo. Al apretar el gatillo, el trozo de pedernal apretado en una llave golpea contra una cazoleta de acero, encendiendo una pequeña cantidad de pólvora que a través de un orificio en el cañón, enciende la carga. El conjunto de piezas metálicas de este disparador es muy atractivo visualmente y le da un aire de época a los dibujos.

Las armas largas que llevan los españoles en La Oscuridad son mosquetes. Son el antecesor del fusil. Su caño era liso por dentro, a diferencia del fusil que lo tiene estriado. Esto les daba poca precisión en el tiro. Para asegurar su efectividad, se hacían descargas de muchos mosquetes a la vez. Para lograrlo, era esencial la figura del jefe que evalúa el momento ideal para disparar. De ahí la típica frase "no disparen hasta verles el blanco de los ojos" que siempre decía el jefe del fortín ante el ataque de los pieles rojas.

En 1720, tanto los mosquetes como las pistolas eran de carga por la boca. Junto al cañón se puede apreciar una varilla del mismo largo que se llama "baqueta" y servía para empujar el cartucho hasta el fondo del cañón. Los mosqueteros llevaban varios cartuchos colgados de una bandolera para agilitar la recarga del arma. La maniobra era lenta y peligrosa. Los metales se calentaban y no era extraño que la pólvora se encendiera espontáneamente. Un buen mosquetero podía hacer hasta tres disparos por minuto. Esto hacía que la sorpresa fuera un elemento importantísimo en las batallas. El que pudiera hacer la primera andanada tenía todo para ganar. Sin embargo, una vez disparados los mosquetes, el combate se hacía cuerpo a cuerpo con armas blancas.

En La Oscuridad, los españoles se retiran pasada la primera escaramuza, buscando un refugio desde donde continuar disparando. En ese punto de la batalla, el fuego es "a discreción", o sea que cada mosquetero debe disparar apenas tenga su arma pronta. Esta táctica es diferente de la andanada inicial, y se adapta más a la lucha de trincheras.

El Capitán Moreau empuña dos pistolas. Durante todo el enfrentamiento las exhibe pero no las dispara. Esto es normal, ya que una vez utilizadas, las armas de mano eran más una molestia que otra cosa. Supongo que su idea era reservar los dos disparos para cuando tuviera un blanco fácil o cuando tuviera que defender su vida. De hecho, cuando el blanco aparece, no logra hacer los disparos.


La Oscuridad


Esta historia, publicada en la revista Sidekick de mayo del 2010, es una adaptación de mi cuento del mismo nombre, escrito para el concurso "El Cuento de mi País" convocado en 2005 por una importante marca de yerba. El jurado, integrado por Milton Fornaro y Daniel Vidart, me otorgó un "Premio Especial" en lugar del primer premio. Seguramente la historia tenía demasiada sangre y poco mate como para que sirviera a los fines marquetineros de la empresa. De todos modos, el reconocimiento y los comentarios que ambos me hicieron sobre el cuento me dieron mucho aliento para seguir adelante con mi incipiente vocación de escribir.

El episodio narrado tuvo lugar efectivamente en 1720, pocos años antes de que los españoles se establecieran en forma permanente en la bahía de Montevideo.

En esos tiempos, la costa norte del Río de la Plata estaba en manos de los contrabandistas de cueros. Los barcos del bucanero francés Etienne Moreau navegaban impunemente frente a Buenos Aires, llegando hasta la portuguesa Colonia del Sacramento y comerciando con las bandas de guenoas y minuanes que poblaban la Banda Oriental.

Decidido a eliminar la corambre clandestina, el Gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zabala, envió a a la costa atlántica al capitán Antonio Pando y Patiño a la cabeza de una fuerza de Dragones españoles y milicianos criollos.

Cerca de Maldonado, capturaron uno de los hombres de Moreau, un mulato que aceptó conducirlos hasta el campamento del francés en la ensenada de Castillos Grandes, donde hoy se ubica el balneario Valizas.

El prisionero llevó a los soldados españoles hacia el enorme bañado que se extiende entre la laguna de Castillos y la costa. Despúes de más de un día avanzando con el agua por el cuello de sus monturas, es natural que aparecieran las suspicacias. ¿Estaban acercándose a la base de operaciones de los bucaneros o el mulato los había metido en un laberinto sin salida?

La historia es muy conocida y ha sido contada varias veces, en particular por el mejor novelista de aventuras del Uruguay, Alejandro Paternain, en su libro "Señor de la niebla". Gran parte del atractivo de la costa atlántica como refugio de piratas surge de la figura del capitán Etienne Moreau. Este marino francés no se dedicaba a la piratería, que es la captura de barcos para robar sus cargamentos o secuestrar sus pasajeros, sino que era un bucanero. Los bucaneros tenían su base en la célebre isla de Tortuga, en el Caribe. Se dedicaban a la caza de vacas para secar y ahumar su carne, el "boucan", alimento que luego vendían a los barcos mercantes que unían las colonias americanas con Europa. La falta de ley que reinaba en Tortuga la convirtió en un nido de delincuentes que fueron desplazando a los bucaneros. España logró a lo largo del siglo XVII acabar con ese negocio, mediante ataques militares a Tortuga y fundamentalmente a través del exterminio del ganado salvaje en la isla de Española (actualmente Haití y República Dominicana).

A comienzos del siglo XVIII los bucaneros debieron buscar territorios donde abundara el ganado salvaje y donde el control español fuera débil. La Banda Oriental fue el lugar perfecto para sus actividades. Moreau era el jefe de una escuadra de cuatro o cinco barcos que ya en 1717 estableció bases en la costa oriental. Sus puestos de acopio llegaron a estar tan al oeste como Santa Lucía. Estableció alianzas con los guenoas y minuanes, que le arreaban ganado hasta sus mataderos.

La batalla final que enfrentó a los bucaneros de Moreau con las fuerzas de Buenos Aires es el fondo para mi historia. Es la historia del mulato, personaje clave en la derrota de los franceses, de quien no se conserva el nombre ni otros datos. Su rol de enlace con los indios hace pensar que se trataba de un nativo del Río de la Plata. El color de su piel indica que probablemente era hijo de un blanco y una negra esclava o fugitiva. Es posible que su origen fuera caribeño, donde la mezcla de razas era más común que en el Río de la Plata.

Para crear mi personaje opté por hacerlo criollo, un prototipo del uruguayo. Es una persona que atraviesa un conflicto que lo supera en mucho, y ante la duda elige esperar y no hacer nada. Su actitud es la de quien se sabe insignificante ante las fuerzas que se enfrentan frente a él, y no imagina que pueda jugar algún rol en la lucha. Se guía en cada momento por su instinto de supervivencia, tratando de pasar desapercibido. Su medio ideal es la oscuridad.

Pero de una forma u otra, sus acciones tienen consecuencias. Y la oscuridad que él considera un refugio, se vuelve contra él.