Alejandro Rodríguez Juele
La historia de mis historietas

jueves, 22 de julio de 2010

Los Trapos

Uno de los atractivos de los relatos de aventuras es que ocurren en lugares extraños. En el sentido de ajenos a nuestro mundo del día a día. Las alternativas que viven los personajes pueden ser trasladables de un entorno a otro, pero lo que define una aventura es el universo en la que ellos viven esas experiencias. La disyuntiva de Martin Sheen cuando lo mandan a matar a Marlon Brando en Apocalypse Now no sería distinta a la de - pongamos por ejemplo - un delegado sindical que va a negociar con el patrón; mantener la lealtad o dejarse ganar por el adversario. Pero no es lo mismo contar esta historia en medio de la guerra de Viet Nam que en una oficina del Ministerio de Trabajo (aunque hay autores que lo harían magistralmente).
En un medio visual como la historieta es muy importante narrar la extrañeza del escenario. Todo lo que se ve tiene que tener un grado de novedad que lo haga atrapante. Además está representando unas reglas de juego distintas a la vida cotidiana, que son las que van a regir las alternativas de la historia.

En mi historieta La Oscuridad, la acción comienza en forma oscura- real y metafóricamente - sin que se entienda quiénes son los personajes ni por qué están avanzando con el agua por el cuello de sus caballos. Más adelante se empieza a aclarar su objetivo, pero al comienzo no sabemos nada de ellos. En un criterio visual que tomé de la bande dessinée europea, los uniformes españoles mantienen el mismo color aunque no haya luz. Es una forma de resaltar su valor simbólico. Esos uniformes amarillos con vivos rojos son un signo de interrogación para el lector. ¿Quiénes son? ¿Qué ejército y en qué época usaba uniformes de esos colores? En nuestro imaginario, los uniformes españoles eran del color del que usa Artigas en su imagen de pie frente a la Puerta de la Ciudadela, azules con vivos rojos. Es el uniforme del cuerpo de Blandengues que comandaba.

Sin embargo, algunos años antes de la fundación de Montevideo, no había aún Blandengues. En Buenos Aires había varios cuerpos militares de origen peninsular, la mayoría de infantería montada o Dragones. Los Dragones fueron el tipo de unidad más usada en las colonias del Río de la Plata. Técnicamente no son Caballería, ya que utilizan los caballos para trasladarse pero no para combatir. En el siglo XVIII el combate a caballo todavía era con lanzas. Las armas largas requerían que el combatiente estuviera pie a tierra, preferentemente formado en línea.

Elegí entonces darle a las tropas españolas el uniforme de los Dragones de Pavía, amarillo con vueltas y vivos rojos. En rigor histórico los primeros integrantes de esta fuerza llegaron a Buenos Aires cuatro años después de los hechos que relato, pero ese tipo de licencias se pueden tomar. me resultaba muy atractivo darle una vestimenta tan poco "aguerrida", como forma de resaltar la oposición entre unos soldados europeos, con unos criterios bélicos muy formales, y una banda de bucaneros mal vestidos y poco organizados.

Por una casualidad histórica, la bandera de España hoy en día lleva los mismos colores, pero no hay ninguna relación con los uniformes españoles, ya que en aquellos tiempos los había de todos los colores: blancos, verdes, azules. El actual pabellón rojigualda surgió recién en 1785. En los tiempos de Moreau los españoles usaban la cruz de Borgoña, diagonales rojas sobre fondo blanco.
Otro punto interesante es que a pesar de estar dirigido por el Teniente Pando (sí, el mismo que dio nombre a la ciudad), el grupo de españoles también incluía milicianos, o sea vecinos armados que estaban dispuestos a tomar las armas para limpiar la zona de delincuentes (vemos que en esto no se ha avanzado gran cosa). Para graficar esta mezcla de militares profesionales incluí un personaje secundario (José) que no es Dragón. Está vestido de gaucho y es el más insubordinado de la partida. Otros llevan sólo la casaca amarilla y chiripá en vez de calzones.

La ropa del Mulato es ya de gaucho pobre. Sólo lleva un chiripá rojo (este color unifica su vestimenta con la de los bucaneros y españoles), botas de potro, poncho y una vincha. A diferencia de los uniformes, la ropa del Mulato sí cambia de color con la luz, como cambia su estado de ánimo.

Por último una palabra sobre el uniforme de Moreau. Aunque su gente lleva vestimenta escasa y variada, mezcla de marineros y gauchos, el jefe de los contrabandistas ostenta un atuendo completo de oficial naval francés. Al ser proveniente del Caribe, donde era pirata con todas las de la ley, supuse que se habría adueñado de esas prendas en alguna de sus acciones. El hecho de vestirse como si fuera un verdadero Capitán habla de su personalidad. También podemos pensar que el uniforme naval le daba ascendiente sobre sus hombres.

Desde el punto de vista gráfico, era importante que el villano tuviera una vestimenta impactante, un poco acorde con la imagen que de él se ha formado con el pasar de los siglos. Aunque sea más un bagayero que un pirata, Etienne Moreau se merecía morir con todas las galas.